sábado, 18 de diciembre de 2010
sábado, 4 de diciembre de 2010
BARRAS BRAVAS - Un negocio oscuro sobre el tablón
N de R: esta nota fué realizada por Emiliano Grosso y Noelia Micozzi, estudiantes de tercer año de la carrera de Periodismo Deportivo de ETER y la quise compartir en mi blog porque, más allá de estar muy bien escrita, trata sobre un tema central en el proceso de degradación que afecta a nuestra sociedad: "La violencia como fuente y reaseguro de un sistema social corrupto e individualista desarrollado a partir de nuestro elevadísimo grado de hipocrecía colectiva".
Las barras en el fútbol argentino cada vez tienen más poder en la sociedad. Lo que comenzó como un grupo de aliento organizado se convirtió en una empresa que no para de facturar.
Desde hace muchos años, el fútbol argentino no solamente se caracteriza por lo que es el juego en sí. La presencia de los hinchas, los colores, las canciones de aliento para su equipo y los cánticos hirientes para el cuadro rival se volvieron tan importantes como el partido mismo. Pero no todo queda en lo que se denomina "el folclore del fútbol". En la actualidad, cada equipo cuenta con un grupo de personas que viven de los negocios que giran alrededor de la pelota y se caracterizan por emplear la violencia para conseguir diferentes objetivos. A estos grupos se los denomina barras bravas.
La llegada de estos hinchas organizados no es ninguna novedad. Según el periodista Gustavo Grabia, uno de los más informados en el tema vinculado a las barras, estos grupos surgieron a mediados de la década del 60. "A fines de los 50 ya existían hinchadas organizadas, pero diez años más tarde empezaron a prepararse para poder vivir de esto", cuenta el periodista. Lo que sí es una novedad es que, de a poco, los negocios se trasladaron del fútbol a la sociedad. Los políticos no son ajenos a lo que sucede. Por ejemplo, en las marchas organizadas por el sindicalista Hugo Moyano participan como guardaespaldas varios miembros de la barra brava de Independiente.
Los negocios que manejan estos grupos son muy importantes y mueven mucho dinero. Los denominados "trapitos" (encargados de cuidar los coches) son barras. Cada vez que hay un partido o un recital en el estadio perteneciente a su club, se encargan de cobrarles a los conductores a pesar de que el lugar donde estacionan es público. Otro de los negocios que tienen las barras es el de la reventa de entradas. Según el ex presidente de Vélez, Raúl Gámez: "los dirigentes de los clubes se las facilitan, aunque eso pueda darles mayor poder a este grupo de inadaptados".
La hinchada de Boca es una de las que más negocios tiene, debido al poder que se le dio. Grabia comenta que "en cada partido que Boca juega como local, los miembros de La 12 (como se denomina a la barra brava) meten al estadio a 200 turistas para que vean el partido con ellos y puedan sacarse fotos con los jugadores. A cada extranjero se le cobra entre 100 y 300 dólares, según la trascendencia del partido". Otro de los negocios que hacen es con la gente del interior. Los miembros de La 12 se comprometen a llevar a jugadores del club para cenas shows, en las cuales tiene que haber un mínimo de 500 personas y el cubierto se cobra entre 50 y 60 pesos. La mitad de esa plata es para los organizadores y la otra mitad del dinero es para la hinchada. Riquelme, Palermo y Palacio son algunos de los jugadores que estuvieron presentes en estas cenas.
El poder que lograron las barras es impresionante, al punto de que hasta el actual gobierno se involucra con ellas. Es por eso que se creó un grupo llamado Hinchadas Unidas Argentinas, en el cual se ayudaba económicamente a los hinchas para que pudiesen viajar al Mundial de Sudáfrica. A cambio del dinero tenían que mantener la seguridad en los estadios. En un superclásico, aparecieron dos banderas en contra de Clarín (grupo enfrentado contra el actual gobierno), una del lado de Boca y otra del de River.
Raúl Gámez dice que "a los clubes no les sirve tener a las barras en el club, pero es muy difícil eliminarlas". Afirma que la AFA es culpable de que las barras aún existan, ya que nunca presentaron un proyecto para sacarlas, pero también se culpa él, por su pasado como dirigente, ya que ayudaba a los barras en sus negocios, facilitándole entre 300 y 400 entradas por partido.
Lucho es un barra brava de la primera línea de Vélez y cuenta que los dirigentes les dieron entradas para el recital que Luis Miguel dio en el estadio José Amalfitani, para que ellos pudieran revenderlas. La cantidad de entradas que les regalaron no es alta, pero el fuerte que tienen es que la dirigencia del club les habilita una puerta para que ellos hagan pasar a quienes quieran y les cobren el dinero que deseen. "El club nos da estos beneficios a cambio de campañas políticas, cantos a favor de los dirigentes y que los simpatizantes 'comunes' no critiquen ni al equipo ni a la dirigencia". En caso de que alguien cante en contra de sus intereses, los barras utilizan la violencia para callarlos. Lucho agrega, además, que el club les da una financiación económica. En cada partido que Vélez juega como local, se le paga 100 pesos y cuando juega de visitante 150.
Estos grupos son los que más cantan dentro de la cancha, pero no son los que realmente aman al club. En cuanto el equipo no consigue buenos resultados, los jugadores son "apretados" por estos individuos. Uno de los casos de apriete más resonantes fue el de Boca, en marzo de este año, cuando los hinchas hicieron bajar a todos los jugadores al estacionamiento del hotel Madero, donde el equipo estaba concentrado, y les pidieron que ganaran, porque si no lo hacían les arruinaban el negocio, ya que a la gente no le gusta ir a la cancha cuando el equipo pierde. Las principales pérdidas están en la reventa de entradas, turistas que asisten a los partidos, venta de ropa del club ilegítima (la barra brava de Boca tiene varios puestos de ropa trucha en la feria La Salada) y estacionamiento.
Las internas por el poder de las barras son cada vez más feroces. El dinero que mueven estos grupos es tan alto que los integrantes de los mismos no tienen problemas en matar si es necesario. El ex barra brava de River Gonzalo Acro fue asesinado a tiros poco tiempo después de la "batalla de los quinchos", que tuvo lugar en las parrillas del club millonario entre dos facciones que intentaban quedarse con el poder en las tribunas.
Las barras son un fenómeno que parece imposible de erradicar por los intereses que hay en el medio. Ni una muerte las puede frenar. Las dirigencias de los clubes no las sacan, aún cuando corren el riesgo de que una persona ajena a estos grupos pueda resultar herida. Habrá que esperar a que la AFA se encargue de estos inadaptados, pero por el momento un fútbol sin barras parece ser solo un sueño.
Noelia Micozzi,- Emiliano Grosso
Estudiantes de tercer año de la carrera de Periodismo Deportivo de ETER - Diciembre 2010
http://www.eter.com.ar/notad40.html
Las barras en el fútbol argentino cada vez tienen más poder en la sociedad. Lo que comenzó como un grupo de aliento organizado se convirtió en una empresa que no para de facturar.
Desde hace muchos años, el fútbol argentino no solamente se caracteriza por lo que es el juego en sí. La presencia de los hinchas, los colores, las canciones de aliento para su equipo y los cánticos hirientes para el cuadro rival se volvieron tan importantes como el partido mismo. Pero no todo queda en lo que se denomina "el folclore del fútbol". En la actualidad, cada equipo cuenta con un grupo de personas que viven de los negocios que giran alrededor de la pelota y se caracterizan por emplear la violencia para conseguir diferentes objetivos. A estos grupos se los denomina barras bravas.
La llegada de estos hinchas organizados no es ninguna novedad. Según el periodista Gustavo Grabia, uno de los más informados en el tema vinculado a las barras, estos grupos surgieron a mediados de la década del 60. "A fines de los 50 ya existían hinchadas organizadas, pero diez años más tarde empezaron a prepararse para poder vivir de esto", cuenta el periodista. Lo que sí es una novedad es que, de a poco, los negocios se trasladaron del fútbol a la sociedad. Los políticos no son ajenos a lo que sucede. Por ejemplo, en las marchas organizadas por el sindicalista Hugo Moyano participan como guardaespaldas varios miembros de la barra brava de Independiente.
Los negocios que manejan estos grupos son muy importantes y mueven mucho dinero. Los denominados "trapitos" (encargados de cuidar los coches) son barras. Cada vez que hay un partido o un recital en el estadio perteneciente a su club, se encargan de cobrarles a los conductores a pesar de que el lugar donde estacionan es público. Otro de los negocios que tienen las barras es el de la reventa de entradas. Según el ex presidente de Vélez, Raúl Gámez: "los dirigentes de los clubes se las facilitan, aunque eso pueda darles mayor poder a este grupo de inadaptados".
La hinchada de Boca es una de las que más negocios tiene, debido al poder que se le dio. Grabia comenta que "en cada partido que Boca juega como local, los miembros de La 12 (como se denomina a la barra brava) meten al estadio a 200 turistas para que vean el partido con ellos y puedan sacarse fotos con los jugadores. A cada extranjero se le cobra entre 100 y 300 dólares, según la trascendencia del partido". Otro de los negocios que hacen es con la gente del interior. Los miembros de La 12 se comprometen a llevar a jugadores del club para cenas shows, en las cuales tiene que haber un mínimo de 500 personas y el cubierto se cobra entre 50 y 60 pesos. La mitad de esa plata es para los organizadores y la otra mitad del dinero es para la hinchada. Riquelme, Palermo y Palacio son algunos de los jugadores que estuvieron presentes en estas cenas.
El poder que lograron las barras es impresionante, al punto de que hasta el actual gobierno se involucra con ellas. Es por eso que se creó un grupo llamado Hinchadas Unidas Argentinas, en el cual se ayudaba económicamente a los hinchas para que pudiesen viajar al Mundial de Sudáfrica. A cambio del dinero tenían que mantener la seguridad en los estadios. En un superclásico, aparecieron dos banderas en contra de Clarín (grupo enfrentado contra el actual gobierno), una del lado de Boca y otra del de River.
Raúl Gámez dice que "a los clubes no les sirve tener a las barras en el club, pero es muy difícil eliminarlas". Afirma que la AFA es culpable de que las barras aún existan, ya que nunca presentaron un proyecto para sacarlas, pero también se culpa él, por su pasado como dirigente, ya que ayudaba a los barras en sus negocios, facilitándole entre 300 y 400 entradas por partido.
Lucho es un barra brava de la primera línea de Vélez y cuenta que los dirigentes les dieron entradas para el recital que Luis Miguel dio en el estadio José Amalfitani, para que ellos pudieran revenderlas. La cantidad de entradas que les regalaron no es alta, pero el fuerte que tienen es que la dirigencia del club les habilita una puerta para que ellos hagan pasar a quienes quieran y les cobren el dinero que deseen. "El club nos da estos beneficios a cambio de campañas políticas, cantos a favor de los dirigentes y que los simpatizantes 'comunes' no critiquen ni al equipo ni a la dirigencia". En caso de que alguien cante en contra de sus intereses, los barras utilizan la violencia para callarlos. Lucho agrega, además, que el club les da una financiación económica. En cada partido que Vélez juega como local, se le paga 100 pesos y cuando juega de visitante 150.
Estos grupos son los que más cantan dentro de la cancha, pero no son los que realmente aman al club. En cuanto el equipo no consigue buenos resultados, los jugadores son "apretados" por estos individuos. Uno de los casos de apriete más resonantes fue el de Boca, en marzo de este año, cuando los hinchas hicieron bajar a todos los jugadores al estacionamiento del hotel Madero, donde el equipo estaba concentrado, y les pidieron que ganaran, porque si no lo hacían les arruinaban el negocio, ya que a la gente no le gusta ir a la cancha cuando el equipo pierde. Las principales pérdidas están en la reventa de entradas, turistas que asisten a los partidos, venta de ropa del club ilegítima (la barra brava de Boca tiene varios puestos de ropa trucha en la feria La Salada) y estacionamiento.
Las internas por el poder de las barras son cada vez más feroces. El dinero que mueven estos grupos es tan alto que los integrantes de los mismos no tienen problemas en matar si es necesario. El ex barra brava de River Gonzalo Acro fue asesinado a tiros poco tiempo después de la "batalla de los quinchos", que tuvo lugar en las parrillas del club millonario entre dos facciones que intentaban quedarse con el poder en las tribunas.
Las barras son un fenómeno que parece imposible de erradicar por los intereses que hay en el medio. Ni una muerte las puede frenar. Las dirigencias de los clubes no las sacan, aún cuando corren el riesgo de que una persona ajena a estos grupos pueda resultar herida. Habrá que esperar a que la AFA se encargue de estos inadaptados, pero por el momento un fútbol sin barras parece ser solo un sueño.
Noelia Micozzi,- Emiliano Grosso
Estudiantes de tercer año de la carrera de Periodismo Deportivo de ETER - Diciembre 2010
http://www.eter.com.ar/notad40.html
miércoles, 13 de octubre de 2010
TOTALITARISMO EN EUROPA
Es un régimen de gobierno que se caracteriza por la total movilización del cuerpo social y por la eliminación de todos los nexos entre el aparato político y la sociedad, concentrando todos los poderes del Estado en un partido único y en su jefe, suprimiendo los derechos individuales y orientando las acciones del Estado para que dirija y controle todas las facetas de la vida social y privada de las personas que viven dentro de su ámbito de influencia.
El partido único, la ideología, el dictador, y el terror son elementos constitutivos que no se pueden escindir de esta forma antidemocrática de gobierno.
La ideología impulsa a un único partido para que efectúe la reorganización del Estado a partir de trasformar la autoridad y el comportamiento regular de las instituciones, politiza a todos los grupos y a las diversas actividades sociales. Es absoluto el poder del dictador totalitario sobre la organización del régimen, cambia a su antojo la jerarquías ideológicas, de cuya interpretación y aplicación, el dictador ejerce exclusividad. Toda oposición es inhibida por el Estado totalitario a través del terror. Genera coercitivamente la adhesión y el apoyo activo de las masas al régimen y al jefe personal.
Los modelos más representativos de estos regímenes, en Europa de entre guerras, fueron el de Adolf Hitler, en Alemania y Josef Stalin, en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas URSS. En el caso de Benito Mussolini en Italia, si bien es considerado como totalitarismo por muchos estudiosos, la penetración y movilización de la sociedad nunca se pudo comparar con la alcanzada por el régimen hitleriano o stalinista. El partido fascista fue más débil frente al cual, la burocracia del estado, la magistratura y el ejército conservaron gran parte de su autonomía, el adoctrinamiento ideológico fue limitado y entró en negociaciones con la Iglesia católica. El uso del terror no fue permanente, ni tuvo la dimensión del caso ruso o alemán. Lo que sí estuvo presente, fue la personificación del poder, aunque no se llegó a socavar la institución monárquica. Mussolini nunca reunió en sus manos un poder comparable al de Hitler o Stalin.
Estos regímenes de gobierno se opusieron al desarrollo de los individuos y de la economía sin limitación de las libertades, como lo proponía la doctrina del liberalismo, y organizaron a sus sociedades, cada uno con su característica distintiva.
El argumento era evitar las imperfecciones de la doctrina liberal, enfocando su acción hacia un objetivo fundacional: la supremacía de la raza, en el caso de Alemania e Italia o de la sociedad comunista, en el caso de la URSS.
Los factores que incidieron para el surgimiento de los estados totalitarios fueron, principalmente, la formación de la sociedad industrial de masas, la persistencia de un ámbito mundial dividido y el desarrollo de la tecnología moderna. Un ámbito internacional inseguro y amenazador permitió y favoreció la penetración y movilización total del cuerpo social. Por otro, lado fue sensible el impacto del desarrollo tecnológico sobre los instrumentos de violencia, los medios de comunicación, las técnicas organizativas y de supervisión permitieron un grado máximo de control sin antecedentes en la historia.
El Fascismo italiano es un sistema político ecléctico que introdujo a ese reinado, después de la Gran Guerra, en una corriente unitaria promoviendo la movilización de masas por medio de la identificación de las reivindicaciones nacionales y sociales, subordinando éstas últimas a una causa nacional. También se lo puede considerar como una ideología de crisis ya que es una clara secuela de la primera Guerra Mundial. Murieron 460.000 italianos, otros 500.000 fueron mutilados y más de 1.000.000 resultaron heridos.
Con un sistema productivo muy dañado y obligada a importar todo, Italia, no tenía recursos para afrontar la dura postguerra. El esfuerzo bélico italiano no tuvo recompensas a la hora de la paz. Vencedora en una guerra en la que ni el Estado, ni la Nación participaron con entusiasmo, era normal que la insatisfacción naciese en su seno.
Se puede afirmar que la guerra reveló la crisis italiana, no la provocó. El sistema democrático-liberal italiano, encabezado por el primer ministro, octogenario, Giovanni Gioletti, se desplomaba antes del ingreso a la guerra del lado de los aliados. Por otra parte la alta burguesía y los sectores terratenientes estaban atemorizados con la sombra del triunfo bolchevique en la Rusia soviética.
Por todo esto, a nadie le pareció raro que, corriendo el año 1919, Benito Amilcare Andrea Mussolini “El Duce”, un periodista afecto al socialismo, se hiciera eco de los vientos nacionalistas que soplaban en el reino de Italia, a la par que aparecían los primeros movimientos de masas a quienes, éste, les proponía en sus discursos, la prórroga de la era del bienestar.
La respuesta fascista a la crisis fue la unidad. La apelación a la unidad atrajo, especialmente, a la juventud y a las clases medias que se consideraban, dentro de la escala social, en una posición equidistante de los extremos.
Bajo este aspecto, el fascismo se adaptó a las clases medias, de tal manera que se puede definir como una ideología típica de ellas y, sobre todo, como la ideología de las élites juveniles de esta clase; sin dejar de incluir el consenso masivo adquirido, aún, dentro del proletariado y en ciertos sectores de altos ingresos de la sociedad italiana. Su sustrato social típico fue la pequeña burguesía de origen proletario que tenía cualidades de combatividad y de agresividad desconocidas para la burguesía tradicional, tenía como objetivo cambiar las reglas impuestas por el establishment, que se había desarrollado en el país durante la etapa del liberalismo económico que sucedió al mercantilismo del siglo XVIII.
Unas veces minoritario y otras mayoritario, pequeño burgués o proletario, siempre plebeyo e interclasista, dispuesto a no apelar a la uniformidad de las condiciones sino a la igualdad y a la unidad de los sentimientos, se le presenta a la sociedad en crisis como una alternativa mesiánica, liderada por “El Duce”.
Los fascistas italianos no sabían qué cosa era el fascismo. Del mismo modo que ellos se jactaron, desde el principio, de no ser un movimiento teórico, afirmando que la acción estaba por encima del pensamiento, así también les faltó la capacidad de comprenderse e interpretarse a sí mismo. El historiador alemán Ernst Nolte afirmó que, en general, el camino fascista siempre estuvo sembrado de intentos de interpretación realizados por amigos y enemigos.
En la construcción del régimen que impuso Mussolini se pueden distinguir diversas fases. En un primer momento, ya en el poder, colabora con las demás fuerzas políticas y no modifica sustancialmente el ordenamiento vigente, limitándose a retoques destinados a suavizar ciertas estructuras y ciertos mecanismos administrativos y a plantear alguna veleidad tecnocrática. Las únicas disposiciones innovadoras son la creación de la milicia voluntaria para la seguridad nacional y la ley electoral con premio a la mayoría (ley Acerbo).
En un segundo período, una vez terminada la fase en que la represión de la oposición estuvo confiada a fuerzas extralegales (crimen del político socialista Giácomo Matteoti el 10 de junio de 1924), empieza el desmantelamiento del sistema pluralista representativo que realiza prácticamente en el transcurso de dos años (1925 y 1926); limita la libertad de asociación (26 de noviembre de 1925); le quita al parlamento el control del ejecutivo (24 de diciembre de 1925); le asigna al ejecutivo la facultad de emitir normas jurídicas (31 de enero de 1936); suprime el autogobierno de los municipios y de las provincias ampliando los poderes de los prefectos y sometiendo los municipios a “potestades” nombradas por el gobierno (4 de febrero de 1926, 6 de abril de 1926 y 3 de setiembre de 1926); establece el confinamiento policíaco de los elementos de oposición (6 de noviembre de 1926); instituye el Tribunal Especial para la Defensa del Estado y restablece la pena de muerte (25 de noviembre de 1926). El 9 de noviembre de 1926 termina prácticamente con la actividad legal de la oposición mediante la expulsión de la Cámara de Diputados de los parlamentarios que se habían adherido a la “secesión del Aventino”, en protesta por el asesinato sin condena de diputado socialista Matteoti. Al final del mismo año dejan de existir los partidos incluyendo los colaboracionistas.
La tercera fase es la de transformar al reinado en un Estado fascista a través del establecimiento de instituciones originales. Estas últimas, no se apoyan en el partido al que, por otra parte, se le aplican las mismas reglas autoritarias adoptadas en el país. El totalitarismo fascista de “El Duce” no se traduciría en la transformación del estado, sino en la acumulación de nuevas funciones dentro del estado tradicional. El estado fascista se proclamó constantemente como estado totalitario, aunque siguió siendo hasta lo último de su existencia, también, un estado dinástico y católico, y por lo tanto no totalitario en sentido fascista”. “Bajo el régimen de Mussolini, el estado totalitario en cuanto integración sin residuos de la sociedad dentro del estado, no logró nunca ser verdaderamente tal” La misma inspiración meramente autoritaria y burocrática del poder que daría muerte al partido sin lograr hacer del estado un organismo capaz de promover la movilización social, comprimiría y daría muerte a las corporaciones con las que debería articularse la relación entre el régimen y las fuerzas productivas.
En el período 1927-1930 se configura de algún modo la apariencia del estado fascista: se aprueba la Carta de Trabajo (1927) y se instituye la Magistratura del Trabajo (1928)y se fija la competencia del Gran Consejo del fascismo. En cuestiones institucionales y constitucionales (1928 y 1929); el “Consejo Nacional de las Corporaciones” se incorpora a los órganos del Estado (1930). Por decreto del 11 de abril de 1929 se incluye el Fascio en el escudo de armas del estado. Los años que van desde 1930 hasta 1935 fueron los “años de efervescencia” del régimen. Ya que el partido, bajo la guía del secretario general Aquiles Starace, a pesar de sus crecientes ramificaciones en todos los sectores de la vida nacional, se manifestaba cada vez menos, capaz de realizar una movilización de masa. Una serie de iniciativas clamorosas (desde la primacía de los aviadores hasta las bonificaciones agrícolas y determinadas obras públicas)y el uso adecuado de los modernos medios de propaganda masiva, le permiten al régimen con ocasión de la guerra de Etiopía (1935-1936), maximizar, y casi hizo unánime, el consenso del país. Las carencias del partido como órgano de movilización, el carácter subalterno de los poderes intermedios como las corporaciones se presentarán, sin embargo, en toda su gravedad, durante el período de 1937-1940 para explotar durante el conflicto mundial hasta el derrumbe del 25 de julio de 1943.
En síntesis, en la década 1930-1940, el régimen experimentó una serie de fórmulas desde el totalitarismo hasta el corporativismo y el dirigismo económico, ninguna de las cuales se aplicó a fondo. El resultado de los modelos innovadores hizo que en el momento del desastre la sucesión fuera recibida por el elemento tradicional del sistema, por el elemento “dinástico” y “católico”.
Sólo desde hace poco, el balance global de la experiencia del régimen fascista italiano es objeto de juicios críticos meditados.
Se acepta que en el plano económico el régimen logró crear un parque industrial diferenciado, un sector público robusto y dinámico, preparando además una gama de instrumentos de intervención de tipo dirigista que se utilizarían plenamente en la posguerra.
En el plano social, el régimen aceleró, o por lo menos no se opuso, al ascenso de las clases emergentes y al acantonamiento de las viejas gerencias. Respecto de las clases subordinadas, a pesar de no haberse propuesto una política de bienestar, se trazaron los primeros lineamientos de un Estado de Bienestar, sobre todo gracias a una avanzada legislación asistencial. Son más oscilantes las decisiones del régimen en materia de salarios reales y de pleno empleo, debido también al estado de recesión en que se encontraba el mercado de trabajo itálico después de la clausura de las corrientes migratorias.
En la política agraria el concepto de la “bonificación integral” elaborado por el economista y agrónomo fascista, Arrigo Serpieri, después de un principio de actuaciones brillantes en el Campo Pontino (zona pantanosa del centro de Italia, al sureste de Roma, en Lacio, recuperada para la producción rural), sufrió oposiciones y, también, la ley para la colonización del latifundio siciliano (1940) que debería marcar la recuperación fue muy discutida.
La política militar y la diplomacia del régimen fueron catastróficas. En el campo militar se utilizó el personal y hasta los implementos pre-fascistas sin introducir ninguna innovación técnica digna de tomarse en cuenta. En el campo de las relaciones internacionales, el régimen exasperó los elementos básicos de la diplomacia tradicional sin el correctivo de la desprejuiciada flexibilidad que le había permitido a esta última evitar los cambios de rumbo trágicos.
El régimen impuesto por Benito Mussolini se caracteriza fundamentalmente por un ejercicio del poder marcado por un pragmatismo absoluto, obedeciendo a este impulso dinámico, a esta obsesión realizadora que es su auténtica razón de existencia, se dispersó en todas direcciones como un torrente de lava, deteniéndose donde encontraba resistencia y lanzándose hacia adelante donde no la había. El partido, el sistema totalitario y las corporaciones fueron encontrando, a su turno, su punto de detención. Y siempre, por último, quedó solo el Estado, el viejo Estado, con sus sedimentaciones tradicionales, obligado a adoptar el papel revolucionario ya que, en realidad, su expansión parecía la menos temida y, en último análisis, seguía siendo el único punto de apoyo indiscutible de una unidad de emergencia.
El uso revolucionario de un estado tradicional, de un ejército tradicional, de una diplomacia tradicional, determinaron el resquebrajamiento del régimen, que sucumbió en una guerra civil (fascistas-antifascistas) cuando varios jerarcas del Gran Consejo Fascista destituyeron a Mussolini, al tiempo que el rey Víctor Manuel III y su nuevo primer ministro Pietro Badoglio, ayudados por los aliados, que habían empezado a recuperar territorios que estaban en poder del Führer, le declaraban la guerra a Alemania, a mediados de setiembre de 1943.
Para ese entonces Benito Mussolini iniciaba su intento revolucionario desde Münich. Para oponerse al sistema monárquico fundó el Partidor Fascista Republicano y creó la República Social Italiana en reemplazo del reino, y se proclamó su presidente, hasta que, finalmente, en Abril de 1945, “El Eje” (coalición encabezada por la Alemania nazi, la Italia fascista y Japón) cae derrotado a manos de los aliados. Inmediatamente “El Duce” intentó escapar a Suiza y es capturado, junto a su amante, la actriz Clara Petacci, por partisanos comunistas quienes los vejaron hasta provocarles la muerte. Posteriormente enviaron sus cuerpos a Milán, donde fueron colgados en la Piazzale Loreto y ultrajados, nuevamente, por una muchedumbre.
“Los prejuicios son mallas de hierro o de oropel. No tenemos el prejuicio republicano, ni el monárquico, no tenemos el prejuicio católico, socialista o antisocialista. Somos cuestionadores, activistas, realizadores”, declaraba Mussolini en una entrevista al Giornale d’Italia, después de la fundación del Fascio de combate de Milán.
Mario Missiroli, director de varios diarios italianos de la época como el Resto del Carlino, il Secolo, il Messaggero e il Corriere della Sera, llamó al fascismo “herejía de todos los partidos”.
En el preámbulo doctrinal del estatuto del Partido Nacional Fascista PNF de 1938, Mussolini afirmaba: “El fascismo rescata de los escombros de las doctrinas liberales, socialistas y democráticas, los elementos que todavía tienen un valor vital. Mantiene los que se podrían llamar hechos adquiridos de la historia, y rechaza todo lo demás. Decir fascismo es decir el concepto de una doctrina buena para todas las épocas y para todos los pueblos”.
Gustavo E. Olivera
BIBLIOGRAFIA: N.Bobbio, “Diccionario de Política” Siglo XXI, México; N. Bobbio “Teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político” Fondo de Cultura, Mexico; C. Casucci, Il fascismo. Antologia si scritti critici, Bolonia, 1962; E. Nolte, Der Faschismus in seiner Epoche, 1965; N. Poulantzas, Fascismo y dictadura, México, Siglo XXI, 1971; Gil Robles, “Memorias de la Segunda guerra mundial”, Editorial Taurus, 1973
El partido único, la ideología, el dictador, y el terror son elementos constitutivos que no se pueden escindir de esta forma antidemocrática de gobierno.
La ideología impulsa a un único partido para que efectúe la reorganización del Estado a partir de trasformar la autoridad y el comportamiento regular de las instituciones, politiza a todos los grupos y a las diversas actividades sociales. Es absoluto el poder del dictador totalitario sobre la organización del régimen, cambia a su antojo la jerarquías ideológicas, de cuya interpretación y aplicación, el dictador ejerce exclusividad. Toda oposición es inhibida por el Estado totalitario a través del terror. Genera coercitivamente la adhesión y el apoyo activo de las masas al régimen y al jefe personal.
Los modelos más representativos de estos regímenes, en Europa de entre guerras, fueron el de Adolf Hitler, en Alemania y Josef Stalin, en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas URSS. En el caso de Benito Mussolini en Italia, si bien es considerado como totalitarismo por muchos estudiosos, la penetración y movilización de la sociedad nunca se pudo comparar con la alcanzada por el régimen hitleriano o stalinista. El partido fascista fue más débil frente al cual, la burocracia del estado, la magistratura y el ejército conservaron gran parte de su autonomía, el adoctrinamiento ideológico fue limitado y entró en negociaciones con la Iglesia católica. El uso del terror no fue permanente, ni tuvo la dimensión del caso ruso o alemán. Lo que sí estuvo presente, fue la personificación del poder, aunque no se llegó a socavar la institución monárquica. Mussolini nunca reunió en sus manos un poder comparable al de Hitler o Stalin.
Estos regímenes de gobierno se opusieron al desarrollo de los individuos y de la economía sin limitación de las libertades, como lo proponía la doctrina del liberalismo, y organizaron a sus sociedades, cada uno con su característica distintiva.
El argumento era evitar las imperfecciones de la doctrina liberal, enfocando su acción hacia un objetivo fundacional: la supremacía de la raza, en el caso de Alemania e Italia o de la sociedad comunista, en el caso de la URSS.
Los factores que incidieron para el surgimiento de los estados totalitarios fueron, principalmente, la formación de la sociedad industrial de masas, la persistencia de un ámbito mundial dividido y el desarrollo de la tecnología moderna. Un ámbito internacional inseguro y amenazador permitió y favoreció la penetración y movilización total del cuerpo social. Por otro, lado fue sensible el impacto del desarrollo tecnológico sobre los instrumentos de violencia, los medios de comunicación, las técnicas organizativas y de supervisión permitieron un grado máximo de control sin antecedentes en la historia.
El Fascismo italiano es un sistema político ecléctico que introdujo a ese reinado, después de la Gran Guerra, en una corriente unitaria promoviendo la movilización de masas por medio de la identificación de las reivindicaciones nacionales y sociales, subordinando éstas últimas a una causa nacional. También se lo puede considerar como una ideología de crisis ya que es una clara secuela de la primera Guerra Mundial. Murieron 460.000 italianos, otros 500.000 fueron mutilados y más de 1.000.000 resultaron heridos.
Con un sistema productivo muy dañado y obligada a importar todo, Italia, no tenía recursos para afrontar la dura postguerra. El esfuerzo bélico italiano no tuvo recompensas a la hora de la paz. Vencedora en una guerra en la que ni el Estado, ni la Nación participaron con entusiasmo, era normal que la insatisfacción naciese en su seno.
Se puede afirmar que la guerra reveló la crisis italiana, no la provocó. El sistema democrático-liberal italiano, encabezado por el primer ministro, octogenario, Giovanni Gioletti, se desplomaba antes del ingreso a la guerra del lado de los aliados. Por otra parte la alta burguesía y los sectores terratenientes estaban atemorizados con la sombra del triunfo bolchevique en la Rusia soviética.
Por todo esto, a nadie le pareció raro que, corriendo el año 1919, Benito Amilcare Andrea Mussolini “El Duce”, un periodista afecto al socialismo, se hiciera eco de los vientos nacionalistas que soplaban en el reino de Italia, a la par que aparecían los primeros movimientos de masas a quienes, éste, les proponía en sus discursos, la prórroga de la era del bienestar.
La respuesta fascista a la crisis fue la unidad. La apelación a la unidad atrajo, especialmente, a la juventud y a las clases medias que se consideraban, dentro de la escala social, en una posición equidistante de los extremos.
Bajo este aspecto, el fascismo se adaptó a las clases medias, de tal manera que se puede definir como una ideología típica de ellas y, sobre todo, como la ideología de las élites juveniles de esta clase; sin dejar de incluir el consenso masivo adquirido, aún, dentro del proletariado y en ciertos sectores de altos ingresos de la sociedad italiana. Su sustrato social típico fue la pequeña burguesía de origen proletario que tenía cualidades de combatividad y de agresividad desconocidas para la burguesía tradicional, tenía como objetivo cambiar las reglas impuestas por el establishment, que se había desarrollado en el país durante la etapa del liberalismo económico que sucedió al mercantilismo del siglo XVIII.
Unas veces minoritario y otras mayoritario, pequeño burgués o proletario, siempre plebeyo e interclasista, dispuesto a no apelar a la uniformidad de las condiciones sino a la igualdad y a la unidad de los sentimientos, se le presenta a la sociedad en crisis como una alternativa mesiánica, liderada por “El Duce”.
Los fascistas italianos no sabían qué cosa era el fascismo. Del mismo modo que ellos se jactaron, desde el principio, de no ser un movimiento teórico, afirmando que la acción estaba por encima del pensamiento, así también les faltó la capacidad de comprenderse e interpretarse a sí mismo. El historiador alemán Ernst Nolte afirmó que, en general, el camino fascista siempre estuvo sembrado de intentos de interpretación realizados por amigos y enemigos.
En la construcción del régimen que impuso Mussolini se pueden distinguir diversas fases. En un primer momento, ya en el poder, colabora con las demás fuerzas políticas y no modifica sustancialmente el ordenamiento vigente, limitándose a retoques destinados a suavizar ciertas estructuras y ciertos mecanismos administrativos y a plantear alguna veleidad tecnocrática. Las únicas disposiciones innovadoras son la creación de la milicia voluntaria para la seguridad nacional y la ley electoral con premio a la mayoría (ley Acerbo).
En un segundo período, una vez terminada la fase en que la represión de la oposición estuvo confiada a fuerzas extralegales (crimen del político socialista Giácomo Matteoti el 10 de junio de 1924), empieza el desmantelamiento del sistema pluralista representativo que realiza prácticamente en el transcurso de dos años (1925 y 1926); limita la libertad de asociación (26 de noviembre de 1925); le quita al parlamento el control del ejecutivo (24 de diciembre de 1925); le asigna al ejecutivo la facultad de emitir normas jurídicas (31 de enero de 1936); suprime el autogobierno de los municipios y de las provincias ampliando los poderes de los prefectos y sometiendo los municipios a “potestades” nombradas por el gobierno (4 de febrero de 1926, 6 de abril de 1926 y 3 de setiembre de 1926); establece el confinamiento policíaco de los elementos de oposición (6 de noviembre de 1926); instituye el Tribunal Especial para la Defensa del Estado y restablece la pena de muerte (25 de noviembre de 1926). El 9 de noviembre de 1926 termina prácticamente con la actividad legal de la oposición mediante la expulsión de la Cámara de Diputados de los parlamentarios que se habían adherido a la “secesión del Aventino”, en protesta por el asesinato sin condena de diputado socialista Matteoti. Al final del mismo año dejan de existir los partidos incluyendo los colaboracionistas.
La tercera fase es la de transformar al reinado en un Estado fascista a través del establecimiento de instituciones originales. Estas últimas, no se apoyan en el partido al que, por otra parte, se le aplican las mismas reglas autoritarias adoptadas en el país. El totalitarismo fascista de “El Duce” no se traduciría en la transformación del estado, sino en la acumulación de nuevas funciones dentro del estado tradicional. El estado fascista se proclamó constantemente como estado totalitario, aunque siguió siendo hasta lo último de su existencia, también, un estado dinástico y católico, y por lo tanto no totalitario en sentido fascista”. “Bajo el régimen de Mussolini, el estado totalitario en cuanto integración sin residuos de la sociedad dentro del estado, no logró nunca ser verdaderamente tal” La misma inspiración meramente autoritaria y burocrática del poder que daría muerte al partido sin lograr hacer del estado un organismo capaz de promover la movilización social, comprimiría y daría muerte a las corporaciones con las que debería articularse la relación entre el régimen y las fuerzas productivas.
En el período 1927-1930 se configura de algún modo la apariencia del estado fascista: se aprueba la Carta de Trabajo (1927) y se instituye la Magistratura del Trabajo (1928)y se fija la competencia del Gran Consejo del fascismo. En cuestiones institucionales y constitucionales (1928 y 1929); el “Consejo Nacional de las Corporaciones” se incorpora a los órganos del Estado (1930). Por decreto del 11 de abril de 1929 se incluye el Fascio en el escudo de armas del estado. Los años que van desde 1930 hasta 1935 fueron los “años de efervescencia” del régimen. Ya que el partido, bajo la guía del secretario general Aquiles Starace, a pesar de sus crecientes ramificaciones en todos los sectores de la vida nacional, se manifestaba cada vez menos, capaz de realizar una movilización de masa. Una serie de iniciativas clamorosas (desde la primacía de los aviadores hasta las bonificaciones agrícolas y determinadas obras públicas)y el uso adecuado de los modernos medios de propaganda masiva, le permiten al régimen con ocasión de la guerra de Etiopía (1935-1936), maximizar, y casi hizo unánime, el consenso del país. Las carencias del partido como órgano de movilización, el carácter subalterno de los poderes intermedios como las corporaciones se presentarán, sin embargo, en toda su gravedad, durante el período de 1937-1940 para explotar durante el conflicto mundial hasta el derrumbe del 25 de julio de 1943.
En síntesis, en la década 1930-1940, el régimen experimentó una serie de fórmulas desde el totalitarismo hasta el corporativismo y el dirigismo económico, ninguna de las cuales se aplicó a fondo. El resultado de los modelos innovadores hizo que en el momento del desastre la sucesión fuera recibida por el elemento tradicional del sistema, por el elemento “dinástico” y “católico”.
Sólo desde hace poco, el balance global de la experiencia del régimen fascista italiano es objeto de juicios críticos meditados.
Se acepta que en el plano económico el régimen logró crear un parque industrial diferenciado, un sector público robusto y dinámico, preparando además una gama de instrumentos de intervención de tipo dirigista que se utilizarían plenamente en la posguerra.
En el plano social, el régimen aceleró, o por lo menos no se opuso, al ascenso de las clases emergentes y al acantonamiento de las viejas gerencias. Respecto de las clases subordinadas, a pesar de no haberse propuesto una política de bienestar, se trazaron los primeros lineamientos de un Estado de Bienestar, sobre todo gracias a una avanzada legislación asistencial. Son más oscilantes las decisiones del régimen en materia de salarios reales y de pleno empleo, debido también al estado de recesión en que se encontraba el mercado de trabajo itálico después de la clausura de las corrientes migratorias.
En la política agraria el concepto de la “bonificación integral” elaborado por el economista y agrónomo fascista, Arrigo Serpieri, después de un principio de actuaciones brillantes en el Campo Pontino (zona pantanosa del centro de Italia, al sureste de Roma, en Lacio, recuperada para la producción rural), sufrió oposiciones y, también, la ley para la colonización del latifundio siciliano (1940) que debería marcar la recuperación fue muy discutida.
La política militar y la diplomacia del régimen fueron catastróficas. En el campo militar se utilizó el personal y hasta los implementos pre-fascistas sin introducir ninguna innovación técnica digna de tomarse en cuenta. En el campo de las relaciones internacionales, el régimen exasperó los elementos básicos de la diplomacia tradicional sin el correctivo de la desprejuiciada flexibilidad que le había permitido a esta última evitar los cambios de rumbo trágicos.
El régimen impuesto por Benito Mussolini se caracteriza fundamentalmente por un ejercicio del poder marcado por un pragmatismo absoluto, obedeciendo a este impulso dinámico, a esta obsesión realizadora que es su auténtica razón de existencia, se dispersó en todas direcciones como un torrente de lava, deteniéndose donde encontraba resistencia y lanzándose hacia adelante donde no la había. El partido, el sistema totalitario y las corporaciones fueron encontrando, a su turno, su punto de detención. Y siempre, por último, quedó solo el Estado, el viejo Estado, con sus sedimentaciones tradicionales, obligado a adoptar el papel revolucionario ya que, en realidad, su expansión parecía la menos temida y, en último análisis, seguía siendo el único punto de apoyo indiscutible de una unidad de emergencia.
El uso revolucionario de un estado tradicional, de un ejército tradicional, de una diplomacia tradicional, determinaron el resquebrajamiento del régimen, que sucumbió en una guerra civil (fascistas-antifascistas) cuando varios jerarcas del Gran Consejo Fascista destituyeron a Mussolini, al tiempo que el rey Víctor Manuel III y su nuevo primer ministro Pietro Badoglio, ayudados por los aliados, que habían empezado a recuperar territorios que estaban en poder del Führer, le declaraban la guerra a Alemania, a mediados de setiembre de 1943.
Para ese entonces Benito Mussolini iniciaba su intento revolucionario desde Münich. Para oponerse al sistema monárquico fundó el Partidor Fascista Republicano y creó la República Social Italiana en reemplazo del reino, y se proclamó su presidente, hasta que, finalmente, en Abril de 1945, “El Eje” (coalición encabezada por la Alemania nazi, la Italia fascista y Japón) cae derrotado a manos de los aliados. Inmediatamente “El Duce” intentó escapar a Suiza y es capturado, junto a su amante, la actriz Clara Petacci, por partisanos comunistas quienes los vejaron hasta provocarles la muerte. Posteriormente enviaron sus cuerpos a Milán, donde fueron colgados en la Piazzale Loreto y ultrajados, nuevamente, por una muchedumbre.
“Los prejuicios son mallas de hierro o de oropel. No tenemos el prejuicio republicano, ni el monárquico, no tenemos el prejuicio católico, socialista o antisocialista. Somos cuestionadores, activistas, realizadores”, declaraba Mussolini en una entrevista al Giornale d’Italia, después de la fundación del Fascio de combate de Milán.
Mario Missiroli, director de varios diarios italianos de la época como el Resto del Carlino, il Secolo, il Messaggero e il Corriere della Sera, llamó al fascismo “herejía de todos los partidos”.
En el preámbulo doctrinal del estatuto del Partido Nacional Fascista PNF de 1938, Mussolini afirmaba: “El fascismo rescata de los escombros de las doctrinas liberales, socialistas y democráticas, los elementos que todavía tienen un valor vital. Mantiene los que se podrían llamar hechos adquiridos de la historia, y rechaza todo lo demás. Decir fascismo es decir el concepto de una doctrina buena para todas las épocas y para todos los pueblos”.
Gustavo E. Olivera
BIBLIOGRAFIA: N.Bobbio, “Diccionario de Política” Siglo XXI, México; N. Bobbio “Teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político” Fondo de Cultura, Mexico; C. Casucci, Il fascismo. Antologia si scritti critici, Bolonia, 1962; E. Nolte, Der Faschismus in seiner Epoche, 1965; N. Poulantzas, Fascismo y dictadura, México, Siglo XXI, 1971; Gil Robles, “Memorias de la Segunda guerra mundial”, Editorial Taurus, 1973
lunes, 20 de septiembre de 2010
"Papel Prensa: la realidad"
La presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, afirmó en sus últimas alocuciones, que su enfrentamiento con los grupos multimedios “Clarín” y “La Nación” por el control de la empresa Papel Prensa, es una pelea ideológica, donde se está defendiendo la libertad de expresión en nuestro país y, a través de la elaboración del informe: “Papel Prensa: la verdad”, se está reivindicando la lucha de quienes fueron víctimas de crímenes de lesa humanidad perpetrados por la dictadura militar en la segunda mitad de los años setenta.. Por otra parte, los grupos privados afectados, interpretan los avances del Estado sobre la única empresa productora de pasta celulosa para papel de diario en la Argentina, como una operación del poder kirchnerista para controlar la palabra impresa. Queda claro que tanto el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) como los grupos hegemónicos de la información, circunscriben el enfrentamiento dentro de un marco de relación Prensa-Gobierno, pero las verdadera razón de esta pelea, es determinar quién “manda” en Argentina y su correlación inmediata: “Quién maneja los negocios y en qué proporción lo hace”.
Voy a dejar de lado el tema de la dictadura, porque después de siete años de kirchnerismo, estoy asqueado por el abuso que ha hecho este gobierno sobre la temática de desaparecidos y dictadura militar; en definitiva será una cuestión de la Justicia determinar sobre el informe elaborado por el PEN. Sólo me limitaré a preguntar: “¿Por qué en los 26 años de democracia, quienes representan al grupo Graiver nunca exigieron la restitución de las acciones de Papel Prensa que les había “despojado” (según palabras del informe gubernamental) el proceso militar en 1976?”. ¿Por qué “Papel Prensa” desde 2003 al 2007, ni siquiera era “un tema” en la agenda política kirchnerista y ahora se ha transformado en una prioridad extrema que obligó a que nuestra presidente le otorgue más de una hora y media de cadena nacional? Lamentablemente no pude encontrar argumentos convincentes para las dos respuestas buscadas…
No es casualidad que la Presidente, la semana pasada, ante 280 directivos de diarios y revistas, previo a un almuerzo en la quinta presidencial de Olivos del que participaron, además, el ex presidente Néstor Kirchner y los ministros de Educación Alberto Sileoni, de Salud Juan Manzur, de Desarrollo Social Alicia Kirchner, de Industria Débora Giorgi, de Trabajo Carlos Tomada y de Turismo Enrique Meyer, entre otros funcionarios y legisladores, dijera: “…hay un poder en la República Argentina que es un poder que está por sobre los tres poderes del Estado; siento que hay un poder que, como todo verdadero poder, es invisible a los ojos pero que aflora en algún momento de la historia…
Luego, en ese mismo evento, retomó el “discurso oficial” y reiteró que el gobierno nacional trabaja para favorecer la competitividad de la economía y la seguridad jurídica y además, aseguró que no pueden existir grupos o intereses monopólicos que exijan a todos los demás medios comunicacionales sostenerlos creando, para ello, una situación desventajosa". Asimismo, reforzó su discurso público explicando que regular la producción del insumo básico para la publicación de diarios y revistas, es cumplir con el sueño de sustitución de importaciones para que ningún editor se encuentre en condiciones desventajosas ante los monopolios de la información.
El discurso de Cristina Fernández tiene una mirada difícil de sustentar sobre el tema del papel. Dos décadas atrás, acceder al papel que producía Papel Prensa era determinante, porque, como reconocen públicamente los directivos de editorial Perfil: “diferencias de precio del 30% al 50% respecto del papel importado hacían casi inviable cualquier competencia, pero después de 2000 hubo cambios sustanciales en el comercio internacional del papel para diarios, mientras el cobre, la soja, el petróleo, hasta la madera y todas las materias primas, duplicaron en promedio su precio en diez años, el papel es el único commodity que cuesta menos”. Esto se debió a que antes se fabricaba papel con árboles de países muy fríos y también a avances en los sistemas de producción hicieron posible hacerlo con madera de árboles de zonas cálidas, más cerca de los principales mercados de consumo. Y para completar el cambio tecnológico, en otros tiempos se instalaban las fábricas de papel en lugares cercanos a plantaciones de árboles, pero, ahora, hay una tendencia marcada a instalarlas cerca de ciudades donde se editan los principales periódicos, porque la materia prima ya no es la madera sino el propio papel de los diarios leídos que se recicla de la basura.
Editorial Perfil es la mayor importadora de papel de diario de la Argentina, que no sólo utiliza ese insumo para su propio diario, sino, además, para algunas de sus revistas y varios periódicos de terceros que imprime con papel incluido. Por otra parte fue muy perjudicada cuando el precio de Papel Prensa era más barato que el importado y tuvo siempre que importar todo su consumo porque no le vendían papel nacional. Por lo expuesto, se debería inferir una posición más cercana al gobierno en esta temática, sin embargo, su co-fundador, presidente y CEO, Jorge Fontevecchia ha escrito respecto al tema: “prefiero que el Estado no intervenga. Me sentiría más incómodo con regulaciones gubernamentales al mercado de papel que con el eventual abuso de posición dominante que pudieran ejercer en el futuro Clarín y La Nación.”
Los especialistas afirman que se están cerrando plantas de papel de diario en distintos países, explicando este fenómeno porque las ventas de diarios en todo el planeta se redujeron un tercio, provocado por el deterioro de la economía a nivel global. A su vez, han determinado que las fábricas de papel que mantienen su funcionamiento tienen exceso de capacidad ociosa.
Por otra parte, hoy se sigue importando papel de diario desde el hemisferio norte pero resulta más económico y eficiente traerlo de países limítrofes, especialmente de Chile, donde llega por camión a Buenos Aires en cuatro días. Suena poco convincente presentar como objetivo de Estado el autoabastecimiento de papel de diario y que todo este producto que se consuma se produzca en nuestro país. En este sentido la Presidente dijo: “para lograr una mayor producción de papel nacional van a hacer falta inversiones, porque hoy esa producción no alcanza y por eso en lo que corresponde al Estado proponemos la creación de un Consejo Federal con participación de un representante por provincia que será rotatorio en forma anual”. Estamos ante dos problemas: el primero, conseguir inversiones en un mercado que esta en franca caída en todo el mundo; el segundo, la creación de otra unidad burocrática que consumirá recursos que bien podrían ser empleados en otras áreas “al rojo vivo” del Estado como los son la salud y la educación.
No cabe la menor duda que si exportásemos papel de diario, sería maravilloso, porque eso demostraría que somos eficaces y más aptos que los extranjeros, ¿una utopía tal vez?, pero la realidad indica que el “autoabastecimiento” puede resultar un cepo estatal, peor que cualquier monopolio dictatorial, porque con la “excusa” de converger en una política pública el poder de turno puede colocar impuestos a la importación de papel para diarios, lo suficientemente altos para condenar a todos las empresas editoriales a comprar papel nacional de peor calidad y más caro.
Para garantizar la libre competencia en lo relacionado a la producción de contenidos, ¿Es correcta la sustitución del mercado por parte del Estado? ¿No sería más conveniente que el Poder Ejecutivo interviniera para desmonopolizar, penar el abuso de posición dominante y garantizar –precisamente– la libre competencia a la hora de difundir información y contenidos?
Cristina Fernández de Kirchner admite en público, que quien controla Papel Prensa controla la palabra impresa en Argentina, pero no completa la idea.
“Quien controle la palabra impresa será dominante en la producción de contenidos, herramienta imprescindible para la construcción y el ejercicio del poder en el siglo XXI. Lo afirmó Teun Van Dijk: “Lo que no está en los medios, no existe” y como escribió el abogado Tivadar Soros, padre del financista George Soros, en sus memorias tituladas “Masquerade”: “Es necesaria la astucia para hacer buenos negocios, pero mucho más necesario es... "El poder".
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