La presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, afirmó en sus últimas alocuciones, que su enfrentamiento con los grupos multimedios “Clarín” y “La Nación” por el control de la empresa Papel Prensa, es una pelea ideológica, donde se está defendiendo la libertad de expresión en nuestro país y, a través de la elaboración del informe: “Papel Prensa: la verdad”, se está reivindicando la lucha de quienes fueron víctimas de crímenes de lesa humanidad perpetrados por la dictadura militar en la segunda mitad de los años setenta.. Por otra parte, los grupos privados afectados, interpretan los avances del Estado sobre la única empresa productora de pasta celulosa para papel de diario en la Argentina, como una operación del poder kirchnerista para controlar la palabra impresa. Queda claro que tanto el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) como los grupos hegemónicos de la información, circunscriben el enfrentamiento dentro de un marco de relación Prensa-Gobierno, pero las verdadera razón de esta pelea, es determinar quién “manda” en Argentina y su correlación inmediata: “Quién maneja los negocios y en qué proporción lo hace”.
Voy a dejar de lado el tema de la dictadura, porque después de siete años de kirchnerismo, estoy asqueado por el abuso que ha hecho este gobierno sobre la temática de desaparecidos y dictadura militar; en definitiva será una cuestión de la Justicia determinar sobre el informe elaborado por el PEN. Sólo me limitaré a preguntar: “¿Por qué en los 26 años de democracia, quienes representan al grupo Graiver nunca exigieron la restitución de las acciones de Papel Prensa que les había “despojado” (según palabras del informe gubernamental) el proceso militar en 1976?”. ¿Por qué “Papel Prensa” desde 2003 al 2007, ni siquiera era “un tema” en la agenda política kirchnerista y ahora se ha transformado en una prioridad extrema que obligó a que nuestra presidente le otorgue más de una hora y media de cadena nacional? Lamentablemente no pude encontrar argumentos convincentes para las dos respuestas buscadas…
No es casualidad que la Presidente, la semana pasada, ante 280 directivos de diarios y revistas, previo a un almuerzo en la quinta presidencial de Olivos del que participaron, además, el ex presidente Néstor Kirchner y los ministros de Educación Alberto Sileoni, de Salud Juan Manzur, de Desarrollo Social Alicia Kirchner, de Industria Débora Giorgi, de Trabajo Carlos Tomada y de Turismo Enrique Meyer, entre otros funcionarios y legisladores, dijera: “…hay un poder en la República Argentina que es un poder que está por sobre los tres poderes del Estado; siento que hay un poder que, como todo verdadero poder, es invisible a los ojos pero que aflora en algún momento de la historia…
Luego, en ese mismo evento, retomó el “discurso oficial” y reiteró que el gobierno nacional trabaja para favorecer la competitividad de la economía y la seguridad jurídica y además, aseguró que no pueden existir grupos o intereses monopólicos que exijan a todos los demás medios comunicacionales sostenerlos creando, para ello, una situación desventajosa". Asimismo, reforzó su discurso público explicando que regular la producción del insumo básico para la publicación de diarios y revistas, es cumplir con el sueño de sustitución de importaciones para que ningún editor se encuentre en condiciones desventajosas ante los monopolios de la información.
El discurso de Cristina Fernández tiene una mirada difícil de sustentar sobre el tema del papel. Dos décadas atrás, acceder al papel que producía Papel Prensa era determinante, porque, como reconocen públicamente los directivos de editorial Perfil: “diferencias de precio del 30% al 50% respecto del papel importado hacían casi inviable cualquier competencia, pero después de 2000 hubo cambios sustanciales en el comercio internacional del papel para diarios, mientras el cobre, la soja, el petróleo, hasta la madera y todas las materias primas, duplicaron en promedio su precio en diez años, el papel es el único commodity que cuesta menos”. Esto se debió a que antes se fabricaba papel con árboles de países muy fríos y también a avances en los sistemas de producción hicieron posible hacerlo con madera de árboles de zonas cálidas, más cerca de los principales mercados de consumo. Y para completar el cambio tecnológico, en otros tiempos se instalaban las fábricas de papel en lugares cercanos a plantaciones de árboles, pero, ahora, hay una tendencia marcada a instalarlas cerca de ciudades donde se editan los principales periódicos, porque la materia prima ya no es la madera sino el propio papel de los diarios leídos que se recicla de la basura.
Editorial Perfil es la mayor importadora de papel de diario de la Argentina, que no sólo utiliza ese insumo para su propio diario, sino, además, para algunas de sus revistas y varios periódicos de terceros que imprime con papel incluido. Por otra parte fue muy perjudicada cuando el precio de Papel Prensa era más barato que el importado y tuvo siempre que importar todo su consumo porque no le vendían papel nacional. Por lo expuesto, se debería inferir una posición más cercana al gobierno en esta temática, sin embargo, su co-fundador, presidente y CEO, Jorge Fontevecchia ha escrito respecto al tema: “prefiero que el Estado no intervenga. Me sentiría más incómodo con regulaciones gubernamentales al mercado de papel que con el eventual abuso de posición dominante que pudieran ejercer en el futuro Clarín y La Nación.”
Los especialistas afirman que se están cerrando plantas de papel de diario en distintos países, explicando este fenómeno porque las ventas de diarios en todo el planeta se redujeron un tercio, provocado por el deterioro de la economía a nivel global. A su vez, han determinado que las fábricas de papel que mantienen su funcionamiento tienen exceso de capacidad ociosa.
Por otra parte, hoy se sigue importando papel de diario desde el hemisferio norte pero resulta más económico y eficiente traerlo de países limítrofes, especialmente de Chile, donde llega por camión a Buenos Aires en cuatro días. Suena poco convincente presentar como objetivo de Estado el autoabastecimiento de papel de diario y que todo este producto que se consuma se produzca en nuestro país. En este sentido la Presidente dijo: “para lograr una mayor producción de papel nacional van a hacer falta inversiones, porque hoy esa producción no alcanza y por eso en lo que corresponde al Estado proponemos la creación de un Consejo Federal con participación de un representante por provincia que será rotatorio en forma anual”. Estamos ante dos problemas: el primero, conseguir inversiones en un mercado que esta en franca caída en todo el mundo; el segundo, la creación de otra unidad burocrática que consumirá recursos que bien podrían ser empleados en otras áreas “al rojo vivo” del Estado como los son la salud y la educación.
No cabe la menor duda que si exportásemos papel de diario, sería maravilloso, porque eso demostraría que somos eficaces y más aptos que los extranjeros, ¿una utopía tal vez?, pero la realidad indica que el “autoabastecimiento” puede resultar un cepo estatal, peor que cualquier monopolio dictatorial, porque con la “excusa” de converger en una política pública el poder de turno puede colocar impuestos a la importación de papel para diarios, lo suficientemente altos para condenar a todos las empresas editoriales a comprar papel nacional de peor calidad y más caro.
Para garantizar la libre competencia en lo relacionado a la producción de contenidos, ¿Es correcta la sustitución del mercado por parte del Estado? ¿No sería más conveniente que el Poder Ejecutivo interviniera para desmonopolizar, penar el abuso de posición dominante y garantizar –precisamente– la libre competencia a la hora de difundir información y contenidos?
Cristina Fernández de Kirchner admite en público, que quien controla Papel Prensa controla la palabra impresa en Argentina, pero no completa la idea.
“Quien controle la palabra impresa será dominante en la producción de contenidos, herramienta imprescindible para la construcción y el ejercicio del poder en el siglo XXI. Lo afirmó Teun Van Dijk: “Lo que no está en los medios, no existe” y como escribió el abogado Tivadar Soros, padre del financista George Soros, en sus memorias tituladas “Masquerade”: “Es necesaria la astucia para hacer buenos negocios, pero mucho más necesario es... "El poder".