Del libro “Exclusión e Inclusión.
El problema de los colectivos discriminados” una compilación de Marisa Braylan
, que produjo el Centro de Estudios Sociales de la DAIA y que da cuenta de la
situación de 17 minorías discriminadas en el país en el período 2008-2009,
decidí analizar el caso de los “Adultos Mayores” escrito por el licenciado Gonzalo
Abramovich.
|
Foto: doctorsonrisa.blogspot.com |
El autor afirma que Argentina es
un país demográficamente envejecido, porque la población de adultos mayores de
60 años supera el 13,4% de la población total, (El estándar internacional
implica que más del 7% ya es una población envejecida) y esta cifra se prevé
que crecerá a un 24,2 % para el año 2050.
Estos datos oficiales
referenciados por Abramovich fueron suministrados por la Dirección Nacional de
Políticas para Adultos Mayores del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación
en el mes de abril de 2010.
Los informes oficiales se
complementan con datos estadísticos que aseguran que cuatro de cada diez
adultos mayores encuestados entre 2008 y 2009, dentro de un universo de 1.326
casos, sufrieron maltratos, y la mayoría de los abusos se produjeron en sus
casas.
Asimismo, la Dirección de
Políticas para Adultos Mayores, determinó que el 37 % de los “abuelos” vivió
alguna situación de violencia física o psicológica, y en la mayoría de los
casos, también, la produjo un familiar y dentro de sus hogares. Las autoridades
nacionales afirman que son “los hijos” los principales abusadores a la hora del
maltrato. El Programa PROTEGER del GCBA, sólo para el año 2009, contabilizó 2.236
denuncias en ese sentido.
Esta fotografía estadística nos
muestra que estamos ante un proceso de discriminación que tiene su origen en la
intimidad familiar, que responde a un componente cultural que recibimos de
nuestros mayores e incorporamos durante la infancia y que otorga a la vejez un
estereotipo negativo.
El menosprecio a la vejez se ha
universalizado de la mano de la “Cultura Consumista”, donde el cuerpo es
proclamado como el vehículo de placer; es deseable y deseoso, y cuanto más se
aproxima a las imágenes idealizadas de juventud, salud, aptitud y belleza, más
alto es su valor de cambio.
Esta imagen negativa del
envejecimiento se potencia en el plano institucional por la desaprensión de las
políticas públicas, principalmente, en materia de infraestructura urbanística,
de transporte, de comunicación, y de asistencia social en general. Lo que pasa en el PAMI es esa verdad que por
tan dolorosa que es, nadie quiere hablar de ella, pero pasa.
|
Foto: todosloscaminoshaciati.blogspot.com |
El mal trato social genera que
los “viejos”, con el tiempo, se recluyan en sus hogares, perdiendo sus vínculos
familiares y sociales, no concurriendo a los servicios de salud, retrayéndose y
aislándose progresivamente.
Los adultos mayores son
“arrastrados” a la intimidad familiar donde, en general, como marcan las
estadísticas oficiales, no son bien tratados por sus hijos.
Este efecto cultural provocado
por el vértigo del mundo moderno, donde no hay lugar para la contemplación y
donde la sabiduría, la experiencia y la solidaridad fueron remplazadas por la
velocidad, la imagen y el individualismo, requiere de normas, de una profunda campaña de difusión pública y de
programas educativos en colegios primarios y secundarios que permitan desterrar,
tempranamente, los mitos y prejuicios que alimentan las actitudes
discriminatorias contra la vejez.
Todo eso está pendiente en
Argentina 2012.
Otro
material de análisis:
Red de Adultos Mayores:
“Discriminación hacia la vejez e imaginario social”
Adultos Mayores
Lic. Gonzalo Abramovich
“Ponte de pie ante las canas y honra el rostro del
anciano”. Levítico (19,32)
El aumento de la longevidad es un fenómeno global que comenzó a
evidenciarse a principios del siglo XX y que se ha consolidando en el siglo
XXI.
En el 2007, el 10,7% de la población mundial tenía sesenta años o más y
en el 2025 se proyecta que el porcentaje de población mayor alcance a 15,1 % y
en el 2050 a 21,7%. En el año 2007 en América Latina y el Caribe el 9,1% de la
población tenía sesenta o más años.
En términos absolutos entre los años 2000 y 2025, 57 millones de
personas mayores de 60 años se sumarán a los cuarentaiún millones existentes, entre
2025 y 2050 ese aumento será de ochenta y seis millones. De acuerdo con esta
tendencia, la proporción de personas mayoresde sesenta años dentro de la
población total se cuadruplicará ente el año 2000 y 2050.
Argentina es un país demográficamente envejecido ya que su población de
adultos mayores de 60 años supera el 13,4% de la población total (por arriba
del 7% se habla de una población envejecida) y esta cifra se prevé que crecerá
a un 24,2 % para el año 2050. Los nuevos desafíos que nos presenta el
envejecimiento poblacional tanto en el campo de la salud como de la previsión
social requieren de una cuidadosa planificación pensando en el futuro.
A diferencia de los países centrales en los que el proceso de
envejecimiento poblacional acompañó el proceso de crecimiento económico, los
países en vías de desarrollo, como la Argentina, experimentaron este fenómeno
en un contexto de pobreza sin preparación ni planificación, y sobre todo, con
recursos insuficientes para afrontar los cambios.
La socióloga Nélida Redondo advierte respecto de la necesidad de
considerar estos temas en la agenda pública: “El aumento de la proporción de personas
mayores en una sociedad exige adecuaciones de salud, de vivienda, de servicios
sociales y de otras que pueden ser y deben ser anticipadas y planificadas si se
procura evitar la emergencia de situaciones problemáticas” .
En el aspecto de la infraestructura urbanística, las ciudades no están
preparadas para que los adultos mayores con algún grado de dependencia puedan circular
libremente. Las barreras urbanísticas, de transporte y de comunicación que
padecen las personas añosas hacen que con el tiempo se vayan recluyendo en sus
hogares, perdiendo sus vínculos familiares y sociales, no concurriendo a los
servicios de salud, retrayéndose y aislándose progresivamente.
Lamentablemente todavía estamos muy lejos de poder revertir la imagen social
estereotipada y negativa del envejecimiento. A esto se suma el desconocimiento de
la problemática por parte de los actores sociales. R. Butler , un reconocido
gerontólogo estadounidense, fue el primero en estudiar el fenómeno de las
actitudes negativas hacia las personas mayores. Estas conductas se producen en
diferentes culturas y sociedades, a veces de manera inconsciente pero en la
mayoría de los casos de manera consciente y activa. Butler denominó “Ageism”,
al conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplican a las
personas viejas, simplemente en función de su edad.
El Dr. Leopoldo Salvarezza , ex titular de la Cátedra de Psicología de
la Vejez de la Universidad de Buenos Aires, responsable de la formación de
numerosas camadas de psicólogos que hoy día se dedican a la atención de
personas mayores, tradujo este término al castellano como “viejismo”.
El “viejismo” tiene consecuencias comparables a otros tipos de
discriminación a personas o grupos en función de su raza, color de piel,
religión, sexo, etc.
La gran diferencia con otras manifestaciones del prejuicio radica en que
el “viejismo” es el único acto discriminatorio que se vuelve en contra
de la propia persona que discrimina. En efecto, si tenemos suerte y buena
salud, algún día, todos nosotros llegaremos a ser viejos y, en ese caso, es muy
probable que debamos padecer el mismo tipo de trato que alguna vez les
dispensamos a nuestros mayores.
Los prejuicios contra la vejez, se adquieren durante la infancia y
posteriormente pasarán a formar parte de nuestra manera de pensar y de nuestro “modo
de ser”. En general los prejuicios son la consecuencia de identificaciones de
los niños con conductas de personas significativas del entorno familiar.
Esas conductas serán internalizadas y con el tiempo quedarán sumergidas
en el inconsciente. Este dato resulta ser de gran importancia a la hora de
confrontar a las personas prejuiciosas con sus creencias, ya que en general les
cuesta reconocer que sus prejuicios no tienen ningún viso de racionalidad y que
son el resultado de una identificación infantil.
Un cuento de los hermanos Grimm llamado “El Plato de Madera” que cita
Simone de Beauvoir (1970) en su libro “La Vejez” nos muestra la raíz del
prejuicio:
“Un campesino hace comer a su padre, separado del
resto de la familia en un pequeño plato de madera, un dia sorprende a su hijo
menor que estaba juntando maderitas en el bosque: “Es para cuando tu seas
viejo, para hacer un plato de madera en el que puedas comer”, le explica el niño.
Inmediatamente el abuelo recupera su lugar en la mesa familiar”.
Es interesante destacar que existen diversas versiones de este cuento en
diferentes culturas tanto de oriente como de occidente, lo que nos permite reflexionar
acerca de la universalidad del fenómeno.
Estos sentimientos irracionales estructurados en conductas
discriminatorias, se extienden a toda la población, pero cobran mayor
peligrosidad cuando sus portadores son aquellas personas que pueden tener a su
cargo a personas mayores vulnerables. En especial los profesionales de la
salud, los médicos, psicólogos, enfermeros, etc.
Pero el fenómeno abarca a la sociedad en su conjunto, desde un
legislador que debe sancionar una ley que proteja y tutele los derechos de los
mayores hasta el conductor de un colectivo que decide detener su vehículo y
permitir descender de manera segura a un anciano.
Algunos de los prejuicios más comunes hacia las personas mayores se manifiestan
cuando pensamos que vejez es sinónimo de enfermedad, o que los viejos pasan
mucho tiempo en cama por enfermedades, o que una gran proporción de personas
viejas están institucionalizadas y viven en residencias geriátricas.
En realidad la mayoría de las personas mayores goza de un buen estado de
salud funcional, lo que no quiere decir ausencia de enfermedades,
al igual que las personas de todas las edades. En cuanto al porcentaje
de personas institucionalizadas en nuestro país dicho número no supera el 3 %
del total de la población mayor.
En cambio el porcentaje de personas mayores crece en la Argentina,
alcanzando el 14% del total y este número tiende a aumentar. Esto implica
comenzar a desarrollar políticas de estado que contemplen las necesidades y los
servicios que necesitan los mayores.
En las grandes urbes, los espacios públicos deben estar preparados para que
ciudadanos adultos mayores puedan circular por la ciudad y los edificios sin barreras
arquitectónicas. Además contar con servicios de salud y profesionales capacitados
para atenderlos, medios de transporte adecuados, sistemas de atención diurna
que permitan que los mayores puedan envejecer en su comunidad y donde puedan
concurrir al consultorio médico, al club, el centro de jubilados o a un centro
de día, según su grado de autonomía e independencia sin necesidad de abandonar
su casa o el barrio.
Acciones destacadas durante el período 2008-2009
Según un relevamiento que realizó la Dirección de Políticas para Adultos
Mayores del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación a nivel nacional
cuatro de cada diez adultos mayores encuestados sufrieron maltratos y la
mayoría se dio en sus casas. Entre 2008 y 2009 se encuestaron a 1326 adultos mayores
y el 37 % aseguró haber vivido alguna situación de violencia física o
psicológica, y la mayoría se dio en sus hogares por parte de un familiar.
Documento oficial de la Dirección Nacional de Políticas para Adultos
Mayores del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, abril 2010.
“De acuerdo
al monitoreo, son los hijos los principales abusadores a la hora del maltrato”, afirma Mónica Roque, Directora Nacional de
Políticas para Adultos Mayores. Para los ancianos resulta muy difícil denunciar
a un familiar.
Se trata de una situación doblemente dolorosa ya que al abuso y maltrato
por parte del familiar hay que sumarle la angustia que provoca en el anciano la
exposición jurídica o policial. Según esta encuesta el 43% de los adultos
mayores maltratados sigue recurriendo a su familia para pedir ayuda.
La Lic. Mariana Stella del programa Proteger del GCBA, que se dedica a
contener y asesorar a mayores de sesenta años en distintas situaciones de abuso,
coincide en cuanto a que el maltrato por parte de los hijos es el más
denunciado. Durante el año 2009 el programa Proteger recibió 2.232 denuncias a
un promedio de seis denuncias diarias. “En general las denuncias recibidas respecto
de los hijos se relacionan con situaciones de maltrato psicológico que se
manifiesta en la violación de los derechos de los
mayores para tomar decisiones, agresiones verbales, silencios ofensivos,
negarles visitar a sus nietos, invadirles la casa o amenazarlos con el abandono”.
En segundo lugar por detrás de la agresión psicológica de un familiar se
encuentra el abuso financiero. El 10 % de los mayores que fueron asistidos denunció
que le habían hecho firmar papeles sin saber de qué se trataba: “En muchos
casos los familiares hacen uso de la jubilación, bienes y pertenencias sin el
consentimiento del adulto mayor”.
En el año 2008 una investigación que realizó la Universidad ISALUD con el
patrocinio de la OPS, reveló que el 30 % de los ancianos internados en hogares geriátricos
se encuentran allí en contra de su voluntad. Actualmente no existe un
instrumento jurídicamente vinculante que estandarice y proteja los derechos de
las personas mayores.
En el año 2007 se realizó la Segunda Conferencia Regional sobre un
especial envejecimiento de América Latina y el Caribe que inició una Estrategia
Regional para la Implementación del Plan de Acción de Madrid con la “Declaración
de Brasilia”.
Esta Declaración inició el proceso de consultas hacia la elaboración de
una Convención de Derechos Humanos de las Personas de Edad en la región. En la
46º Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas realizada en Nueva
York, en febrero de 2008, diez países (Argentina, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador,
Paraguay, República Dominicana, Nicaragua, España y México) apoyaron la “Declaración
de Brasilia” aceptando la necesidad de contar con la figura de un Relator
Especial en el seno de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas
que motorice la creación de un instrumento jurídicamente vinculante que permita
defender los derechos de los mayores.
Desde entonces se realizan importantes reuniones de seguimiento como las
que tuvieron lugar en septiembre de 2008 en Río de Janeiro, en mayo de 2009 en
Buenos Aires y octubre de 2009 en Santiago de Chile, de la que participaron más
de 250 representantes gubernamentales, organizaciones que defienden los
derechos de los mayores y organismos internacionales.
En 2009 se llevó a cabo la XXXVI Reunión del Consejo del Mercado Común del
Mercosur en el que los Jefes de Estado allí reunidos se comprometieron a “promover
en el marco de las Naciones Unidas la convocatoria a una Convención
Internacional de los Derechos de las Personas de Edad, con el objetivo de dotar
a los mismos de un instrumento jurídicamente vinculante, que estandarice sus
derechos y que establezca los mecanismos y el órgano para hacerlos exigibles,
toda vez que se trata de un sector vulnerable de la población que es objeto de
prácticas y tratamiento discriminatorio”.
Para la Dirección Nacional de Políticas para Adultos Mayores de la
Argentina los temas prioritarios que debiera tener la Convención por los
Derechos de las Personas de Edad son: Igualdad entre el varón y la mujer. Toma
de conciencia de la sociedad. Accesibilidad. Derecho a la vida. Reconocimiento
de las personas indigentes. Igualdad de los derechos de las personas que viven
en residencias de larga estadía. Derecho a la privacidad. Derecho a envejecer
en casa. Contar con cuidadores domiciliarios. Derecho a ser transmisores del
saber. Derecho a contar con ingresos suficientes. Derecho a la libre
participación política.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
El Área de Tercera Edad de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires se propone garantizar los derechos de y garantías de
los adultos mayores mediante la asistencia cotidiana, inmediata e individual de
cada caso y garantizando el correcto funcionamiento del Sistema de Seguridad
Social y de los programas destinados a su atención.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires viven unos 600.000 adultos mayores
que representan alrededor del 20 % de la población total. Más de la mitad pertenece
a sectores contributivos que dependen previsionalmente del ANSES y cuya
cobertura médica corresponde al Plan de Atención Médica Integral –PAMI–(360.000
afiliados) o a diversas obras sociales (alrededor de cien mil beneficiarios).
Entre la población no contributiva, alrededor de 50.000 mayores en situación de
extrema pobreza son cubiertos por el Programa Federal de Salud –PROFE– y la
Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales CNPA. El resto de los adultos
mayores de la Ciudad carece de cobertura médica y social.
Estas personas suman alrededor de cien mil y se atienden por el Plan
Médicos de Cabecera, utilizando la internación geriátrica del Gobierno de la
Ciudad. El Área de Tercera Edad de la Defensoría porteña atiende a los adultos mayores
que pertenecen tanto al sector contributivo como al no contributivo.
Además recurren a ella numerosas personas domiciliadas fuera de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En su mayoría se trata de ancianos cuya
cobertura corresponde a PROFE-CNAPA y en menor medida de otras personas en situación
de vulnerabilidad a cargo de esos organismos.
La población demandante está compuesta por personas adultas mayores de sesenta
años, familiares de personas mayores, vecinos de la ciudad, profesionales y
trabajadores del área, organizaciones y asociaciones de adultos mayores. Entre
los temas más consultados figuran: salud, jubilaciones y pensiones, emergencia
social, vivienda y PAMI.
El Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el
Racismo, INADI , elaboró el mapa de la discriminación provincia por provincia con
el propósito de alcanzar un mayor rigor diagnóstico y una mejor implementación de
políticas contra la discriminación. En una encuesta respecto de los grupos más
afectados por actitudes discriminatorias, los encuestados ubicaron a los
adultos mayores en el décimo lugar, entre los más afectados.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires un 62 % de los encuestados cree que
se discrimina mucho/bastante a los adultos mayores. En la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires habitan 600.000 hombres y mujeres mayores de sesenta años y en
este distrito la Subsecretaría de Integración y Promoción del Ministerio de
Derechos Humanos recibe, por mes unas 1200 denuncias por maltrato a adultos
mayores. A pesar de esto, sólo una de cada cinco situaciones de abuso y
maltrato llega a la Justicia.
La mayor parte de las denuncias por discriminación que recibe el INADI y
que sufren los adultos mayores, se relaciona con entidades bancarias y empresas
que les niegan créditos financieros y la posibilidad de acceder a un empleo
respectivamente.
Otro motivo frecuente de las denuncias recibidas es la falta de
accesibilidad a edificios públicos y privados (esta problemática es compartida
con personas con discapacidad).
Otro aspecto de la discriminación que sufren los adultos mayores es el
del elevado costo que las empresas de medicina prepaga les imponen y, a partir
de determinada edad, en muchos casos no se los acepta directamente.
Todavía queda mucho camino por recorrer para evitar el maltrato y la
discriminación que sufren los adultos mayores, es por eso, que resulta
necesaria la creación de nuevos programas y políticas sociales, que posibiliten
el trabajo en conjunto de las diversas agencias estatales, y las ONG e
instituciones privadas.
La implementación de campañas de difusión pública y programas educativos
en colegios primarios y secundarios permitiría también desterrar tempranamente los
mitos y prejuicios que alimentan las actitudes discriminatorias.
Finalmente, debemos considerar que desde hace ya varios años, son los propios
adultos mayores quienes han promovido los cambios más importantes en la
percepción que la sociedad tiene de la vejez, demostrando con su vitalidad,
deseo de participación y entusiasmo, que no están dispuestos a relegar el
espacio que como miembros de pleno derecho merecen ocupar en nuestra sociedad.